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lunes, 19 de noviembre de 2012

Saichi Suzuki

Como ya habéis podido ver me gustan las historias y poder contároslas. Aquí tenéis una que no es una historia de árboles sino de una persona. No sé porqué pero con solo verlo me hubiera gustado que fuera mi abuelo, me despierta cariño, ternura y confianza. Después, al leer sus hechos me conmuevo aún más…

Esta entrada está sacada de un artículo de Bonsái Actual nº 100. Much@s lo recordaréis pero por si no…

Es cierto que las familias adineradas de Japón poseían las mejores colecciones de bonsái, pero ¿quién cuidaba realmente esos árboles? ¿Chûtaro Nakano, Oota Kohei, …?, no,no.

Un niño de 10 años acudía a la farmacia Watanabe de su barrio para comprar medicinas para su padre enfermo. En el mostrador de la farmacia vio un bellísimo pino negro japonés. Impresionado por su belleza, casi olvidó las medicinas. Aquel niño se llamaba SAICHI SUZUKI y nació en 1903. Luego volveremos a la farmacia…


Antes de la Segunda Guerra Mundial ya existía en la región de Chubu, cuyo núcleo está situado en la provincia de Aichi, un grupo de aficionados al bonsái con muy buenos conocimientos, como lo prueba que en 1938 tuviese lugar allí una feria de grandes bonsáis. En el barrio de Narimi, en Nagoya, existía el famoso centro de bonsáis de Omura que servía de punto de encuentro de aficionados y comerciantes de todo Japón. Su dueño, Hisaichi Kato solo se dedicaba a ese negocio y contaba con los mejores especialistas del momento para el cuidado de sus bonsáis, entre ellos Kinsaku Saita. Contaba también con un grupo de seis ayudantes del que destacaba Saichi Suzuki. Saichi era de carácter muy entregado y decidido y su pasión por el cuidado de los árboles hacía que en ocasiones se olvidara de comer o de dormir. Pese a su comienzo tardío -con 30 años- como discípulo de Tokien Kato y gracias a su dedicación y afición, avanzó muy rápidamente y aprendió las diferentes técnicas. Aunque era un hombre parco en palabras, su honradez y sinceridad le hacían ganar el aprecio de la gente y muchos de los que iban al local de Kato empezaron a llamarle para que cuidara de sus bonsáis.

Saichi empezó así a relacionarse con los aficionados de Okazaki, entre ellos Saburo Inagaki. Después de la guerra, Saichi pasó a ser el único cuidador de sus bonsáis, llegando a crear obras de gran prestigio, como el pino de cinco agujas Higurashi de Nakano (la verdad es que Nakano le ponía ese nombre hasta al perro), el junípero rígida Soryu y un ciruelo rojo premiado en la Kokufu.

Se cuenta una famosa anécdota en la que Suzuki se encariñó de un pino parviflora de corteza áspera que había visto en Tokyo. Después de mucho insistirle consiguió que Inagaki lo comprara. Saichi lo convirtió en una obra fabulosa y lo llevó a la Kokufu pero unos desaprensivos le echaron abono químico y se lo cargaron. Saichi sufrió una gran depresión y quiso retirarse pero Inagaski lo consiguió convencer de que “eso era lo suyo”.

Oota Kohei no debía ser tonto y fichó a Saichi. Este le acompañaba por todas partes para aumentar su colección. Oota preguntaba en las tiendas por el mejor bonsái y por el precio y con la excusa de no saber del asunto intentaba regatear. Esto avergonzaba a Suzuki. Y llegamos a un viejo conocido, ya que Kohei tenía a Higurashi, si, el chinensis célebre, a Kiyozuru y al famoso Daikengan. Seguro que Saichi los cuidó con esmero.
Saichi Suzuki se ganó el apodo de “el genio de los bonsáis”. Murió en 1992. Su hijo Toshinori y su nieto Toru han continuado la saga formando a muchos maestros de bonsái. Saichi fundó el vivero Daiju-en uno de los más famosos por sus magníficos pinos. Para los seguidores de Peter Tea Bonsai diré que su sensei y propietario del vivero Aichi-en, Junichiro Tanaka es yerno de Toru Suzuki.

Ahora os cuento rápidamente las historias de Hoo y de Zuisho no oyaki.
Habíamos dejado a Saichi en la farmacia de Watanabe. Cuando este murió, el pino salió a subasta y fue adquirido por Saburo Inagaki y aunque pasó por muchos propietarios (Iwasaki, Okazaki, ..) fue siempre Saichi su cuidador. Un día, el propietario decidió venderlo y Suzuki, un hombre modesto, no podía comprarlo. Haciendo un esfuerzo decidió pedir un préstamo para ello. Al enterarse el dueño (y ser Saichi tan buena persona) le propuso vendérselo a un precio bastante bajo pero Saichi no accedió al pensar que no era justo ese precio para tan magnífico bonsái. Siguió cuidándolo hasta su muerte y Hoo aún sigue vivo.


Al principio, Zuisho no oyaki era solo un pequeño plantón de origen desconocido, pero llegó a ser un gran bonsái gracias a sus encuentros casuales con varias personas.
Junto con Kinsaku Saita, Fukisaki Mankichi (también conocido por el Sr Man de Hama) era el mejor especialista en bonsáis en las décadas de los 20´s y los 30´s.


El Sr Man de Hama

Encontró un plantón interesante de pino de cinco agujas en un mercadillo cuando apenas medía 10 cm pudiéndolo adquirir por poco dinero. Como era un gran experto en el alambrado, consiguió sacar del plantón un árbol con una forma bellísima y lo expuso en su local. Por la gran cantidad de visitas y transacciones diarias un día se percató que esta planta no estaba y vagamente recordaba que se la había vendido a un tal Amano de Kamakura.
Al cabo de unos años, al visitar el Shogetsuen de Kamakura, el Sr Man encontró por casualidad aquel pino de cinco agujas. El árbol ya había crecido 20 cm y sintió un gran deseo de cuidarlo por lo que se lo llevó a su casa de Yokohama. Este pino no pertenecía a una especie muy singular aunque si poseía una excepcional vitalidad en sus hojas y brotes. Aunque el Sr Man lo cuidaba con ahínco, después de mucha insistencia y conociendo su buen hacer lo vendió a la tienda Kawakami Daihoen que a su vez lo vendió al propietario de un restaurante en Tokyo, Sosaku (mal nombre para un restaurador) Kubodera conocido por Sr Uomata. Gran aficionado a los bonsái se quedó sin ninguno después de la guerra. Gracias a sus cuidados, nuestro árbol pudo presentarse a la Kokufu aunque  esa edición de 1948 estuvo muy desvirtuada tras la desaparición de muchas obras maestras en la guerra. Sin embargo, llamó mucho la atención. Sobre todo a un comerciante de Okazaki, de la provincia de Aichi. Nada más y nada menos que nuestro abuelo Saichi. El pobre se quedó alucinado con él, pero su situación económica una vez más no permitió que pudiera comprarlo. Tras el primer encuentro con este pino de la variedad Zuisho, volvería a encontrarse con él dos años después, en 1950 ya que fueron casualmente a venderlo a su pueblo. Pero pedían tanto dinero que nadie quiso comprarlo. Saichi sentía tanto interés que consiguió que el vendedor se lo dejara. Se lo llevó a Oota Kohei pero a este no le gustó nada, dijo que era un plantón asqueroso. Me imagino que Saichi se movió rápidamente y consiguió la ayuda de unos expertos que finalmente convencieron a Kohei de la originalidad de este pino. Oota lo compró a regañadientes. Así nació la variedad Zuisho Oota (unos cardan la lana y otros se llevan la fama). ¿Y quién imagináis que se dedicó en cuerpo y alma a cuidar este bonsái? Pues si, el abuelo Saichi cumplió su sueño.
El árbol fue progresando de manera notable al igual que la felicidad de Suzuki.

Todo el mundo pudo apreciarlo en la 29 edición de la Kokufu. Kanichi Ichinose se deshacía en elogios.
Más tarde Saichi decidió empezar a formarlo en un estilo diferente, dejando crecer la rama inferior recta, creando así un estilo que llegó a ser el habitual de esta especie.

 
También consiguió reproducir esta especie mediante técnicas de acodo, injerto y esqueje y extenderla varias generaciones.
Muerto Oota su familia subastó el pino volviendo a cambiar de manos y de nuevo a las de Kawakami Daihoen. Después a Masumoto.
En 1960 Suzuki puso el nombre de Zuisho a esta variedad de pino.
En 1966, se presentó por tercera vez a la Kokufu pero con más atractivo aún.


Pero más adelante al pasar a las manos de un aficionado de Odawara, fue deteriorándose por falta de riego y murió en 1978.


Nuestro querido Saichi comentaba en sus últimos años entre lágrimas que había sido una pena y se arrepentía de no haberlo adquirido antes de que se deteriorase ya que estaba seguro de que hubiera podido salvarlo.
Murió un árbol pero nació una variedad que también inmortalizó a nuestro querido abuelo Saichi.

6 comentarios:

  1. Precioso artículo,
    Muy acertado poner tu foto al final del mismo.

    Enhorabuena.

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  2. jajaaja, ayer pasaba por tu padre y hoy podría pasar por tu abuelo... ¿tan viejo y cascao me ves?
    Ya te daré yo no te preocupes.
    Un abrazo

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  3. Sin duda, uno de los post que más me han gustado...sentimental que es uno. Puede que también sea por identificarme con él...por la falta de pasta me refiero, jejeje.
    Un saludo.

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  4. muy bueno y emotivo de lo que debe ser en bonsái un abrazo

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  5. Gracias Beial, yo sí que soy un sentimental.
    Toni, un abrazo

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