En el 2011, David Benavente propuso lo que él denominó “importación a la carta”. Es decir, podías encargarle para traer de Japón un árbol según tus condiciones. Yo en aquel momento tenía un mal sabor de boca con nuestras sabinas autóctonas (se me acababa de morir una) así que decidí adquirir una alóctona, es decir, chinensis itoigawa. Y le encargué “quiero una sabina chinensis sin trabajar y de más o menos tal precio”. Algun@ podría pensar que me estaba arriesgando a que me trajera una que no me gustara. Os puedo asegurar que en esto de los bonsáis tengo una confianza ciega en David y estaba plenamente seguro de que su elección sería acertadísima. En cualquier caso, cuando llegó el momento pude elegir entre varias y tampoco estaba obligado a quedarme con alguna.
Por fin, en febrero de 2012 la importación estaba a punto de llegar y ya se podían ver en la página web de David algunos de los árboles. Yo enseguida le eché el ojo a una sabina y pensé que esa podía ser la mía…
Aquí está en el vivero de Japón de donde vino, siendo elegida por David en ese momento.
Llegó el día y con mucha ilusión me encaminé al vivero de David para ver qué me había traído. Efectivamente, allí estaba la sabina, preciosa, con una hoja que jamás había visto tan bonita, pequeña y con un verde maravilloso. Solo tenía un pequeño fallo, que era algo más cara de lo que en principio pensaba gastarme. David me ofreció otras de menor precio pero… yo ya me había enamorado de ella.
Cuando acabé de disfrutar por n-ésima vez de las maravillas del jardín de David, trinqué la sabina para meterla en el coche y llevármela a casa pero noté una mano en mi hombro ¿dónde vas?... donde voy a ir, contesté extrañado, ¡a mi casa! Muchas veces olvidamos algunas cosas que no nos interesan y yo me había olvidado que estos árboles que vienen de Japón están obligados a pasar una cuarentena de control antes de pasar al aficionado. ¿Que me tengo que ir y dejar aquí hasta sabe Dios cuando mi pequeña sabina? dije entre sollozos. David me consoló, “puedes venir cuando quieras a verla, incluso puedes venir a trabajarle la madera…” No, no fui a trabajarle la madera aunque en los sucesivos talleres posteriores mi primera acción era ir al invernadero de cuarentena a visitar a mi sabinita ¿estás bien cariñito?
Se me hizo eterno pero por fin llegó junio y leí la noticia del fin de la cuarentena peroooooo ¡era solo para los pinos! Bueno, unos días más tarde en FB y con la foto de mi sabina, se anunció el fin de mi separación,
A los pocos días la recibí en casa perfectamente encajonada.
Yo ya lo tenía claro, llevaría la sabina a trabajar con DB en uno de sus talleres y elegí el taller de diseño a celebrar en noviembre de ese mismo año. Mientras, le trabajé la madera.
Pero nuestro querido maestro se fue a Japón y retrasó los talleres correspondientes. 23 y 24 de febrero era entonces la fecha. También llegó ese día y mi sabina ocupó por fin la “mesa de operaciones”
Estudio de la posición, debate sobre el mejor frente, etc
Ya estaba más o menos todo claro pues a alambrar. Y como siempre digo, llega el momento que más disfruto, cuando el maestro le pone las manos encima y se produce el milagro
Y yo tan contento pues vi que a David también le gusta mucho. Me dio las instrucciones oportunas de lo que le tengo que hacer a partir de ahora para corregir algunas carencias de masa actuales y acortar cuando se pueda alguna rama.
Esta vez nadie impidió que la sabina y yo saliéramos juntos del vivero y marcara “A casa” en el GPS. Solo dije un hasta luego pues el próximo sábado tengo taller de pinos.
Saludos y perdonar por el rollo que os he soltado con la historia de mi sabina.